Nunca pensé que gastaría parte de mis vacaciones en estudiar por placer, pero ahora que lo he hecho ha sido una de las experiencias más gratificantes de este año.
En las primeras semanas de julio he asistido al curso intensivo de verano de Técnica e Interpretación del Laboratorio William Layton, en Madrid. Los profesores que se han encargado de disparar nuestros sentidos y dejarnos con la miel en los labios han sido Francisco Vidal (Técnica) y Mar Díez (Interpretación), alumnos del maestro americano y grandes actores y directores.
Nos ha sabido a poco, también a ellos, nos repetían una y otra vez que todo esto era una muestra de lo que enseñan en el curso regular, que empieza en octubre.
He intentado sintetizar la base de lo aprendido en el curso (recomiendo el libro ¿Por qué? El trampolín del actor, escrito en 1990 por W. Layton), esta primera 'entrega' habla sobre lo relacionado con la técnica. Hemos hecho ejercicios de improvisación fascinantes, por supuesto impredecibles, llenos de espontaneidad, de talento escondido. Todo era aparentemente sencillo, partíamos del esquema base (directo del método de Stanislavsky), luego Francisco se encargaba de complicarlo:
Protagonista (la persona que entra y pide un deseo) y antagonista (la persona que ya se encuentra presente, y que le niega el deseo al protagonista). Esto acarrea un conflicto, lo interesante de la situación imaginaria.
Además de esto todo debe estar complementado, el protagonista debe tener una razón para entrar que no tenga nada que ver con su deseo y el antagonista debe estar realizando una actividad (preferiblemente sin necesitar ayuda). Es muy importante que el antagonista, que niega el deseo, tenga la posibilidad de concederlo (en caso contrario no habría conflicto). Además debe tener unas buenas razones para negar, que pueden ser egoístas o altruístas y de principios, emocionales o prácticas. Todas estas condiciones se plantean que nos ayuden a olvidar lo que va a pasar en escena, no debemos entrar sabiendo que allí va a estar nuestro compañero, si no que tenemos que entrar pensando en nuestra razón para entrar (y nuestro compañero tampoco nos esperará porque estará muy ocupado realizando su actividad).
En este primer acercamiento a estos juegos teníamos bastantes límites para que así tuviéramos que explotar la creatividad. Primeras condiciones:
- El lugar: era el real, el escenario del aula de la escuela, podíamos jugar un poco con el tiempo (el día y la hora).
- La actividad del antagonista, que tiene que ser muy importante y por eso no puede dejar de hacerla, tenía que realizarse 'aquí y ahora' y eso tenía que estar justificado (por ejemplo, leer un libro no es una actividad complicada, porque puedes hacerlo en cualquier otro momento). Eso le dará credibilidad.
- La urgencia del protagonista: hablábamos de que su deseo, que es lo más importante del ejercicio (más que la actividad del antagonista) tenía que tener una urgencia, que era 'de vida o muerte' (en sentido figurado, claro) y había que pensarlo muy bien, porque siempre hay que justificar por qué se lo pedimos a esa persona y por qué aquí y ahora.
- La relación social: la real, compañeros de curso.
Los compañeros de improvisación preparan juntos el deseo y la relación social, luego cada uno trabaja sus razones para pedir y razones para negar por separado.
Aunque parezca lo contrario no se trata de negar por negar, hay que hacer con lo que te da el compañero, si alguna estrategia nos convence realmente, no tenemos porqué seguir empeñados en negar o pedir. Si el protagonista consigue su deseo o si el antagonista le da una solución alternativa al protagonista para que cese su petición ése puede haber sido un buen ejercicio, o no. Lo importante es trabajar con lo que hay, manejar bien la concentración, no pensar en qué vamos a hacer ni a decir, ¡en el escenario somos libres! La emoción vendrá dada porque yo pongo los medios, pero la diana es la acción.
Para conseguir eso tampoco se trata de hablar por hablar, es más un ejercicio de acción-reacción. Tendemos a contar que estamos intentando convencer, etc. Lo que tenemos que hacer es captar lo que nos den y comunicar, siempre opinar sobre todo, pero por supuesto comunicarlo. Para esto es imprescindible tener en cuenta el primer contacto: es el principio de la acción-reacción. Cuando las dos personas se encuentran hay una comunicación, una transmisión de estados de ánimos y mil cosas, debemos darnos un tiempo para observar al compañero, cómo está (eso va a influir en la manera de pedirle el deseo, etc.) y tenemos que opinar ante lo que recibimos.
Más cosas a tener en cuenta en la segunda semana:
- El estado de ánimo: define cómo nos encontramos cuando surge el primer contacto, deben tenerlo los dos, protagonista y antagonista (en el primer caso no debe estar relacionado con su deseo y en el segundo caso no debe estar relacionado con la actividad). Eso nos ayudará a no anticipar, porque tu concentración está ahí. Debemos rescatar un estado de ánimo, cualquiera, que hayamos tenido, nos servirá más cuanto más reciente sea, debemos rebuscar en nuestras imágenes y trabajar con ello aquí y ahora.
- Las estrategias: ideas que pensamos para que nos ayuden a negar o pedir. Hay que prepararlas bien, aunque luego lo auténtico es que vivamos lo que pasa en el momento, aunque sea lo contrario de lo que habíamos pensado.
- La relación emocional: desentrañar qué hay además de la relación social, qué te produce esa persona, hay que evitar lo general (“me cae bien”) para ir a lo concreto (analizarlo más detenidamente hasta llegar a detalles que provoquen interiormente, “me cae bien, aunque me pone nerviosa que sea tan amable a todas horas, no se altera nunca!”).
A medida que pasaban los días ya podíamos usar la imaginación de otra manera, teníamos que estar en otro lugar y nuestra relación social ya era ficticia (hermanos, amigos, novios,... tenía que ser verosímil, nada de padres e hijos).
Los últimos días teníamos que entregarle a Francisco nuestra preparación por escrito , reflejando: rol, deseo/ actividad, por qué a esa persona/ razones para negar, estrategias,
Con estas directrices hemos sido testigos de ejercicios muy interesantes, demasiado pocos, está claro, pero intensos, originales, verosímiles, inquietantes... Me quedo con una frase que nos dijeron cualquier día del curso: “aprendemos la técnica para luego olvidarla”.
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